Breaking Bad (Primera Temporada, 2008)



Lo he pospuesto ya demasiado. Casi tres años después de su final y, tras infinitos reproches por no haberla visto aún, me he decidido a empezar Breaking Bad.
La verdad es que me daba una pereza espantosa empezarla. Drogas, cáncer, Albuquerque… no son palabras clave que yo buscaría en una serie pero, una de las series de televisión mejor valoradas de la historia, pues no podía pasar desapercibida para mí.
Breaking Bad

Breaking Bad cuenta la historia de Walter, un profesor de química de 50 años, sobrado de talento, que da clases en un instituto sin ser valorado (hasta tal punto de tener que pluriemplearse para sobrevivir), padre de una familia modesta con una mujer bastante más joven que él,  Skyler, con un hijo con parálisis cerebral, Walter Jr.,  y otro niño en camino.
Walt descubre, en su 50 cumpleaños que tiene cáncer y, tras acompañar a su cuñado (agente de narcóticos) a una redada y conocer las cantidades de dinero que mueve el tráfico de drogas, decide aprovechar sus habilidades químicas para cocinar metanfetamina con el fracaso escolar personificado, su antiguo alumno, Jesse Pinkman, conocedor de ese mundo. De esta manera, Walter podrá ganar una buena suma de dinero para facilitarle las cosas a su familia cuando él no esté.
Con esta premisa, empieza una serie que pinta bien. Parece una trama interesante que puede llegar a buen puerto.

El punto fuerte son los dos personajes principales, en mi opinión. Walt y Jesse.
Walt me gana por su evolución, ligera todavía, pero reseñable. Al principio se presenta como un profesor tirando a pringado y un marido más bien calzonazos. Ha vivido toda su vida reprimido pero el cáncer parece que, paradójicamente, le ha dado ganas de vivir o, mejor dicho, de liberarse y hacer cosas, hasta ahora, prohibidas.
A grandes males, grandes remedios y, en esta serie, cada vez los males son más grandes y los remedios, por lo tanto, también.
De esta manera, Walter empieza a salir de su cascarón y a sentirse cómodo con su nuevo rol de chico malo, en una espiral ascendente hasta el punto de inflexión donde Walter White se convierte en Heisenberg. Walter acepta su condición, toma las riendas y da un golpe en la mesa para hacerse valer delante de sus adversarios en una secuencia de tensión y adrenalina que culmina con una explosión y dices: SÍ! JODER!!
Walter White

Pero lo que más me gusta de este personaje es, como ya dije, ese contrapunto de “badass” cuando hace falta, pero que sigue siendo, un poco, el pringado de siempre. Los picos de maldad donde la piedad se disipa en contraste con los de más ingenuidad y patosidad.
Nuestro segundo personaje, Jesse, es el típico “Quinqui” que no terminó el instituto y no hace nada provechoso de su vida. Un “ni-ni” le llamaríamos aquí. Pero a lo bestia, con tráfico de drogas incluído. Es macarra vistiendo e, incluso, hablando, con esa jerga callejera que se gasta (y su genial tono del contestador).
Este personaje tiene más chicha de la que parece. La serie nos mete en su vida familiar, los problemas de integración en cuanto intenta buscar trabajo y dejar la mala vida, etc. Empieza su evolución pero, de momento, es el que nos regala los momentos divertidos y el que le da aire fresco a la serie.

En segundo plano están Skyler, la mujer de Walt, que me pone de los nervios con sus “intervenciones” pero, vete tú a saber qué haría yo en su situación; Marie, la hermana de Skyler, que es odiosa pero tiene algunos detalles con Walter de vez en cuando; Hank, el marido de Marie, que es el payaso de la serie(al menos en la primera) y, por último, Walter Jr., hijo de Walter y Skyler, un adolescente con parálisis cerebral.
Haré una mención especial a RJ Mitte, actor que interpreta a Walter Jr., que padece parálisis cerebral también en la vida real y lo hace realmente bien. De hecho, es uno de mis personajes favoritos. Su humor y su manera de afrontar la vida a pesar de todo, al igual que sus reproches a Walter cuando éste decide no tratarse son, cuanto menos, inspiradores.

Walter Junior

Toda la historia está situada en Albuquerque, Nuevo México, lo que, en mi opinión es muy acertado. Ese ambiente árido, seco, desértico, le viene que ni pintado a la trama. El Desierto de Albuquerque pide a gritos dos socios tan peculiares como los nuestros cocinando metanfetamina en él. La colorimetría, muy cuidada, contribuye al ambiente terroso, color teja que tiene la serie.

Volviendo a la trama, lo que me llama la atención, son todos los cabos sueltos que han dejado en esta temporada y me intriga cómo van a resolverlos porque, hay tantas pruebas que incriminan a Jesse y a Walter que la serie podría terminar en la próxima temporada.

Caravana de Walter y Jesse en el desierto de Albuquerque

En cuanto al ritmo de la serie, es una serie pausada, que se toma su tiempo para contar las cosas y, no sé si es esto o que aún no me dio tiempo a engancharme a causa de una temporada cortada con machada, víctima de la huelga de guionistas que, por momentos, me aburrió.
Puede que haya sido por las expectativas, pero me quedé con la sensación de ¿y esto es todo? ¿esta es la mejor serie de la historia (o casi)?. Sí que me parece una buena serie, pero no me he enamorado, no es el prodigio del que todo el mundo habla. Por lo que tengo entendido, mejora con el tiempo (como el buen vino) así que estoy decidida a seguirla y ver qué me depara.

Mientras esperáis una nueva crítica de Breaking Bad, podéis echarle un ojo a la crítica deDaredevil de mi compi, Lino.


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